Nuestro tren salía de Viena a las 21:41. Como en la estación no se puede fumar, nos turnamos para esperar en el andén con todo el equipaje e ir de a uno a fumar. Primero fui yo, y a las 21:25 fue Lau. No hacía 3 minutos que se había ido que le envié un «Vino!!!» de mensaje, dado que el tren se había adelantado. Lau, en una corrida memorable, llegó a toda velocidad al andén… pero el tren de todas maneras no salió hasta que le correspondía. Barrilete cósmico, te hice correr al pedo, perdón. Encima al subir corriendo, yo Laura (o barrilete cósmico, como prefieran) le pifié al andén, o sea que no sólo corrí al pedo una vez, sino dos… pero que piernas eh!
Decidimos viajar toda la noche para ahorrarnos la noche de alojamiento. Tip para el futuro: si decidimos hacer lo mismo, que sea en coche cama. Dado que teníamos que cruzar toda Alemania para llegar a nuestro destino final de Amsterdam, hicimos una parada técnica para desayunar y descansar un poco del viaje en Köln, o Colonia, en Alemania, una ciudad cuyos principales atractivos son su catedral y la estación de trenes. Bueno, sí, tiene más atractivos, pero estuvimos solamente 5 horas.
Con ganas de desayunar pero sin ánimo de andar cargando todas nuestras cosas, dejamos nuestros bolsos en unas bauleras automáticas en las cuales pagás, se abre una puertita, ponés el equipaje y listo, se la lleva a un subsuelo donde, vaya uno a saber cómo, la almacenan. Luego vas a cualquier otra baulera, ponés la tarjetita que te dan y listo, tu equipaje vuelve a tus manos. Cosa e mandinga. O miles de chinos escondidos en el subsuelo. No sabemos bien, pero funciona.
Al parecer llegamos justo en un feriado a Alemania, porque no había un alma en la ciudad. ¡Ni siquiera habíamos muchos turistas! Y ni hablar de los negocios, todos cerrados, no sólo por el feriado sino que también porque son de abrir tarde, tipo 10:00. Caminamos por el casco antiguo de la ciudad hasta que llegamos al río, donde nos sentamos a tomar un cafecito y contemplar la paz absoluta… hasta que llegó un contingente de alemanes entonados (a las 9:30 de la mañana, vea usted) que se dirigieron a un barco, en el cual más grupos de germanos en el mismo estado se comenzó a subir y entonar canciones y empinar chops. Que pueblo hermoso.
Dispuestos a conocer un poco más de la ciudad, nos dirigimos al puente de trenes que cruza el Rin, el cual tiene sus rejas llenas casi al completo de candados con nombres de enamorados, primos y gente sola. Es tal la cantidad de candados que hay que al mirar de lejos el puente se detectan los brillos y colores de los mismos. Cruzamos todo el puente, buscando nuestros nombres o el de nuestros amigos y familiares, y llegamos a la conclusión que Leandro no es un nombre muy común por estos pagos, y que el nombre Laura es un rompe corazones.
Ya próximos al horario de nuestro próximo tren, fuimos a almorzar a un restaurant donde un mozo con muy mala onda nos acomodó en la mesa que él quiso y nos atendió como si fuéramos una molestia. Evidentemente la escuela de mozos de Palermo lo debería contratar como profesor.
Camino a la estación entramos por fin en la catedral, como para hacer tiempo, pero dado que había misa, la visita fue más corta de lo esperado, por lo cual recuperamos nuestros equipajes y nos sentamos a esperar que llegue nuestro tren con destino a Amsterdam.
Leandro López
15 chapters
16 Apr 2020
May 14, 2015
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Colonia, Alemania
Nuestro tren salía de Viena a las 21:41. Como en la estación no se puede fumar, nos turnamos para esperar en el andén con todo el equipaje e ir de a uno a fumar. Primero fui yo, y a las 21:25 fue Lau. No hacía 3 minutos que se había ido que le envié un «Vino!!!» de mensaje, dado que el tren se había adelantado. Lau, en una corrida memorable, llegó a toda velocidad al andén… pero el tren de todas maneras no salió hasta que le correspondía. Barrilete cósmico, te hice correr al pedo, perdón. Encima al subir corriendo, yo Laura (o barrilete cósmico, como prefieran) le pifié al andén, o sea que no sólo corrí al pedo una vez, sino dos… pero que piernas eh!
Decidimos viajar toda la noche para ahorrarnos la noche de alojamiento. Tip para el futuro: si decidimos hacer lo mismo, que sea en coche cama. Dado que teníamos que cruzar toda Alemania para llegar a nuestro destino final de Amsterdam, hicimos una parada técnica para desayunar y descansar un poco del viaje en Köln, o Colonia, en Alemania, una ciudad cuyos principales atractivos son su catedral y la estación de trenes. Bueno, sí, tiene más atractivos, pero estuvimos solamente 5 horas.
Con ganas de desayunar pero sin ánimo de andar cargando todas nuestras cosas, dejamos nuestros bolsos en unas bauleras automáticas en las cuales pagás, se abre una puertita, ponés el equipaje y listo, se la lleva a un subsuelo donde, vaya uno a saber cómo, la almacenan. Luego vas a cualquier otra baulera, ponés la tarjetita que te dan y listo, tu equipaje vuelve a tus manos. Cosa e mandinga. O miles de chinos escondidos en el subsuelo. No sabemos bien, pero funciona.
Al parecer llegamos justo en un feriado a Alemania, porque no había un alma en la ciudad. ¡Ni siquiera habíamos muchos turistas! Y ni hablar de los negocios, todos cerrados, no sólo por el feriado sino que también porque son de abrir tarde, tipo 10:00. Caminamos por el casco antiguo de la ciudad hasta que llegamos al río, donde nos sentamos a tomar un cafecito y contemplar la paz absoluta… hasta que llegó un contingente de alemanes entonados (a las 9:30 de la mañana, vea usted) que se dirigieron a un barco, en el cual más grupos de germanos en el mismo estado se comenzó a subir y entonar canciones y empinar chops. Que pueblo hermoso.
Dispuestos a conocer un poco más de la ciudad, nos dirigimos al puente de trenes que cruza el Rin, el cual tiene sus rejas llenas casi al completo de candados con nombres de enamorados, primos y gente sola. Es tal la cantidad de candados que hay que al mirar de lejos el puente se detectan los brillos y colores de los mismos. Cruzamos todo el puente, buscando nuestros nombres o el de nuestros amigos y familiares, y llegamos a la conclusión que Leandro no es un nombre muy común por estos pagos, y que el nombre Laura es un rompe corazones.
Ya próximos al horario de nuestro próximo tren, fuimos a almorzar a un restaurant donde un mozo con muy mala onda nos acomodó en la mesa que él quiso y nos atendió como si fuéramos una molestia. Evidentemente la escuela de mozos de Palermo lo debería contratar como profesor.
Camino a la estación entramos por fin en la catedral, como para hacer tiempo, pero dado que había misa, la visita fue más corta de lo esperado, por lo cual recuperamos nuestros equipajes y nos sentamos a esperar que llegue nuestro tren con destino a Amsterdam.
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