Fieles a nuestras costumbres dominicales, nos despertamos bien temprano. Un café, una nota de despedida a Frank, y salimos con tiempo para tomar el tren a Berlín. Nos metimos en la Hauptwache Banhof, sacamos el pasaje hasta Frankfurt Hauptbanhof, y en 10 minutos estábamos en la estación principal, desayunando un Bretzel y una croissant. Por supuesto, debido a mi exageración a la hora de calcular tiempos, llegamos con media hora de anticipación.
A las 8.07 llegó nuestro tren. Quisimos compararlo con el San Martín, ilusos. Sentados ambos en la ventana, arrancamos el viaje de 4 horas, con ganas de dormir pero también de disfrutar el paisaje. A nuestro lado una mesa con 4 señoras, entradas en años, sacan sus vasos de plástico y una botella de champagne. Sí, champagne a las 8.20 de la mañana. Las amamos.
Una hora en viaje ya, y luego de una parada en algún lugar impronunciable para nuestras lenguas latinas, nos enteramos que estábamos sentados en los asientos correctos en el vagón incorrecto. Nos extrañó que el guarda no nos lo haya dicho al,
Leandro López
15 chapters
16 Apr 2020
May 03, 2015
Fieles a nuestras costumbres dominicales, nos despertamos bien temprano. Un café, una nota de despedida a Frank, y salimos con tiempo para tomar el tren a Berlín. Nos metimos en la Hauptwache Banhof, sacamos el pasaje hasta Frankfurt Hauptbanhof, y en 10 minutos estábamos en la estación principal, desayunando un Bretzel y una croissant. Por supuesto, debido a mi exageración a la hora de calcular tiempos, llegamos con media hora de anticipación.
A las 8.07 llegó nuestro tren. Quisimos compararlo con el San Martín, ilusos. Sentados ambos en la ventana, arrancamos el viaje de 4 horas, con ganas de dormir pero también de disfrutar el paisaje. A nuestro lado una mesa con 4 señoras, entradas en años, sacan sus vasos de plástico y una botella de champagne. Sí, champagne a las 8.20 de la mañana. Las amamos.
Una hora en viaje ya, y luego de una parada en algún lugar impronunciable para nuestras lenguas latinas, nos enteramos que estábamos sentados en los asientos correctos en el vagón incorrecto. Nos extrañó que el guarda no nos lo haya dicho al,
literalmente, picarnos el boleto, y Lau se fue a ver si nuestro vagón estaba libre. Por supuesto que no. Nuestras amigas bebedoras de champagne nos dijeron en alemán que nos podíamos quedar ahí. O eso quisimos creer.
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