Ya el camino a casa de Yoav la noche anterior nos sorprendió, dándonos la bienvenida a la ciudad con una torre salida de un cuento medieval, o las calles y veredas todas de distinto tamaño y forma, coronadas en arcos, escaleras o puentes. Construcciones (más bien reconstrucciones) en su mayoría como si fueran de otro momento de la historia, tirando al medioevo. Una ciudad increíble.
Comenzamos nuestro primer día desayunando en un bar que está al lado del río Pegnitz, río que cruza toda la ciudad y la divide en dos. Con energías recargadas salimos a caminar sin un rumbo fijo pero con un destino en mente. Cruzamos varias veces el río por los distintos puentes, uno más lindo que el otro. Anchos, angostos, peatonales,
todos ofrecen vistas excepcionales de diferentes partes de la ciudad, y los edificios que están a la vera del río son todos hermosos. Nos encantó la cantidad de ventanas y balcones que dan al río, ideales para sentarse a tomar algo y disfrutar de la calma de la ciudad.
Llegamos a la plaza con el Mercado Central, es inexplicable con palabras la belleza de ese lugar. Un mercadito que ofrece variedad de frutas y verduras que parecen pintadas a mano y que tientan hasta al carnívoro más ortodoxo, también hay puestos de flores, quesos, especias, hongos y todo lo que se imaginen encontrar en el mercado más completo. El lugar está rodeado de los edificios más lindos, hay confiterías, casas de souvenirs, la catedral, etc.
Nobleza obliga, entramos a conocer la catedral, impactante todo su interior, dejamos unas monedas de donación porque había un cartel que decía que nos "agradecían" las monedas a cambio de las fotos... y la culpa no sólo es judía, también es atea.
Hicimos una rápida pasada por el departamento de Yoav, otra rápida pasada por una iglesia un poco menos glamorosa y fuimos rumbo al castillo.
El castillo es impactante. Situado en la parte más alta de la ciudad, era utilizado como la residencia del Káiser. No entramos en él, pero sí recorrimos sus patios exteriores donde las vistas son impresionantes: toda la ciudad, en un mar de techos de tejas y formas variadas. Saliendo por uno de los costados del castillo llegamos a la Plaza Durero, en honor al famoso pintor, dado que en la esquina se encuentra la casa en la que vivió. Una aclaración: todas las veces que nombramos una plaza hay que pensar en un espacio abierto, en su mayoría de adoquines y nada más; no es el mismo concepto de plaza que tenemos nosotros con sus árboles y juegos, esos son parques.
Todas las calles son en subida o bajada, lo que hace la ciudad bellísima pero a su vez agotadora.
Caminando por una callecita nos encontramos a una pareja que parecía lista para ir a casarse, estaban con un fotógrafo haciendo fotos, escenario más que justo para la ocasión, por supuesto que
Leandro López
15 chapters
16 Apr 2020
May 08, 2015
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Nürnberg, Deutschland
Ya el camino a casa de Yoav la noche anterior nos sorprendió, dándonos la bienvenida a la ciudad con una torre salida de un cuento medieval, o las calles y veredas todas de distinto tamaño y forma, coronadas en arcos, escaleras o puentes. Construcciones (más bien reconstrucciones) en su mayoría como si fueran de otro momento de la historia, tirando al medioevo. Una ciudad increíble.
Comenzamos nuestro primer día desayunando en un bar que está al lado del río Pegnitz, río que cruza toda la ciudad y la divide en dos. Con energías recargadas salimos a caminar sin un rumbo fijo pero con un destino en mente. Cruzamos varias veces el río por los distintos puentes, uno más lindo que el otro. Anchos, angostos, peatonales,
todos ofrecen vistas excepcionales de diferentes partes de la ciudad, y los edificios que están a la vera del río son todos hermosos. Nos encantó la cantidad de ventanas y balcones que dan al río, ideales para sentarse a tomar algo y disfrutar de la calma de la ciudad.
Llegamos a la plaza con el Mercado Central, es inexplicable con palabras la belleza de ese lugar. Un mercadito que ofrece variedad de frutas y verduras que parecen pintadas a mano y que tientan hasta al carnívoro más ortodoxo, también hay puestos de flores, quesos, especias, hongos y todo lo que se imaginen encontrar en el mercado más completo. El lugar está rodeado de los edificios más lindos, hay confiterías, casas de souvenirs, la catedral, etc.
Nobleza obliga, entramos a conocer la catedral, impactante todo su interior, dejamos unas monedas de donación porque había un cartel que decía que nos "agradecían" las monedas a cambio de las fotos... y la culpa no sólo es judía, también es atea.
Hicimos una rápida pasada por el departamento de Yoav, otra rápida pasada por una iglesia un poco menos glamorosa y fuimos rumbo al castillo.
El castillo es impactante. Situado en la parte más alta de la ciudad, era utilizado como la residencia del Káiser. No entramos en él, pero sí recorrimos sus patios exteriores donde las vistas son impresionantes: toda la ciudad, en un mar de techos de tejas y formas variadas. Saliendo por uno de los costados del castillo llegamos a la Plaza Durero, en honor al famoso pintor, dado que en la esquina se encuentra la casa en la que vivió. Una aclaración: todas las veces que nombramos una plaza hay que pensar en un espacio abierto, en su mayoría de adoquines y nada más; no es el mismo concepto de plaza que tenemos nosotros con sus árboles y juegos, esos son parques.
Todas las calles son en subida o bajada, lo que hace la ciudad bellísima pero a su vez agotadora.
Caminando por una callecita nos encontramos a una pareja que parecía lista para ir a casarse, estaban con un fotógrafo haciendo fotos, escenario más que justo para la ocasión, por supuesto que
también les sacamos las nuestras de souvenir.
Nos sentamos a almorzar en un restaurante que daba al río, el mozo era un alemán también de cuentos, regordete con los cachetes colorados y los ojos azules. Nota: siempre que pudimos buscamos lugares que tuvieran mesitas afuera, aunque lloviera.
Seguimos paseando por la divina variedad de puentes que ofrece la ciudad, mientras pensábamos (soñábamos en voz alta) cómo sería vivir ahí.
Recorrimos un poco más y fuimos a visitar el Museo del Juguete. Son tres pisos con juguetes desde el 1750 en adelante, reflejan tanto la época como el contexto social. Llegando a los más actuales, nos entusiasmamos viendo los de nuestra infancia: una columna inmensa hecha sólo con Playmobil, el robot con el que jugaba mi hermano (y que claramente yo me metía y se lo robaba), el castillo y varios de los muñecos de He-Man… hasta que -cuchá- había unos muñequitos para ¿jugar? con uniformes Nazis y bandera con la esvástica incluida. Durante todo el recorrido había carteles que prohibían sacar fotos, los respetamos todo el tiempo, hasta que vimos a un par de alemanes que impunemente sacaban fotos con celulares y pensamos “ok, si ellos lo hacen nosotros siendo argentos podemos”, nos debíamos a nuestro público. Sólo violamos la ley (?) un par de veces para registrar algunos juguetes.
Caminamos un rato más, fuimos a visitar la Fuente Hermosa, pero estaba tapada por andamios porque la están arreglando, así que miles de buuuuuu. Volvimos al mercado y tomamos un café en una confitería de los alrededores de la gran plaza.
Fuimos al departamento a encontrarnos con Yoav que volvía de trabajar, y salimos de nuevo. Lo acompañamos a comprar unos regalos para su familia de Israel, a la que la semana que viene estará visitando junto a su mujer y su hijo, Lenka y Rony. Compró unas mostazas para su mamá y un whisky para su hermano, ambos regalos en lugares distintos, divinos los dos, uno es un negocio chiquito pero adorable en donde había de las mostazas y condimentos más extraños, como una mostaza de Freud (WTF), un chimichurri y el otro es una destilería con una decoración entre moderna y clásica, cual galería de arte.
Fuimos a un bar a tomar algo y terminamos cenando, SÍ, ERAN LAS 7 DE LA TARDE Y YA CENAMOS. Volvimos al departamento, DATAZO: mientras volvíamos, en tres cuadras vimos 6 (seis) autos Porsche, bueno, no es datazo pero no la podíamos creer. Sigo, volvimos para que Yoav dejara las bolsas (tiene tendencia a olvidarse las cosas que no lleva puestas en los lugares, así que prefirió ser precavido). Fuimos directo a un bar, en donde nuestro huésped es habitué. Los muchachos tomaron cerveza y yo café, y para no emborracharme mucho después pedí un té, mi noche loca loca. En la mitad de algunas de las tantas conversaciones de la noche, aparece un chico y nos dice “ey, son argentinos?”, se trataba de un argentino viviendo en Alemania desde hace 6 años, estaba con su esposa, alemana ella e invitando a los prejuicios a participar, muy mayor para él.
Fin del largo día, a dormir.
Nuestro segundo día ya tenía sensación de corto: en cuanto planificamos el viaje por primera vez, no habíamos incluido este destino, ya que nunca habíamos escuchado hablar del mismo, pero luego de un día de caminar y sorprendernos a cada rato, ya sabíamos que no nos iba a alcanzar y que necesitamos volver durante más tiempo, por lo que salimos a desayunar al mismo lugar que el día anterior y organizar las pocas horas que nos quedaban.
Una vez más, volvimos a la plaza con el mercado (a esta altura esperamos entiendan que amamos ese mercado) para presenciar el espectáculo de los MUÑEQUITOSDELAIGLESIA, que sucede una vez al día a las 12:00 PM. De ahí partimos al único destino del día: los Tribunales de Núremberg.
Fuimos caminando, dejando atrás la parte más antigua de la ciudad, pero no por eso el camino tuvo menos belleza. Debido al horario, pasamos en el momento justo de la salida de una secundaria, llegamos a la conclusión que los adolescentes son iguales en cualquier parte del mundo, o por lo menos las que conocemos, las hormonas les brotan por los poros. Una cosa que nos gustó es que un gran porcentaje de los chicos va a en bicicleta y luego se van juntos en grupitos, pedaleando por la ciudad.
¿Por qué habríamos de visitar los Tribunales de Núremberg? Aquí se llevaron a cabo los históricos Juicios de Núremberg, donde se juzgó y sentenció a los jerarcas nazis al fin de la Segunda Guerra Mundial. La Sala 600, donde el juicio tuvo lugar, hoy día sigue funcionando como sala judicial, por lo que no siempre se puede acceder a la misma. Tuvimos la buena fortuna de que ese día estaba abierta al público en general, así que con nuestras audioguías al cuello nos dispusimos a recorrer la sala y la exposición dedicada a mantener viva la memoria de tamaño evento. Tanto a Lau como a mí nos pasó de, mientras escuchábamos las explicaciones, no poder dejar de pensar en el Juicio a las Juntas de 1984. Definitivamente no es un lugar turístico de los típicos, pero sin lugar a dudas es una visita que no te pasa desapercibida por la piel.
Nuestro almuerzo de despedida de Alemania fue en un patio cervecero con un poco de tradición: según los carteles, está ahí desde 1468; alguien que le avise a Colón que llegó tarde a América. El pobre mozo, mayor él, estaba encargado de atender todas las mesas del jardín, pero así y todo se comportó con bastante amabilidad. Luego de verlos (y tentarse) tantas veces en el mercado de la plaza, Lau comió un plato de espárragos muy sabrosos, mientras que yo tomé una sopa de cebollas y salchichas. A nuestro lado había una mesa con varios señores mayores en una suerte de reunión de amigos, todos vestían camisa y chupaban cerveza a lo barril sin fondo. Uno de ellos tosía cada dos minutos, al punto que con Lau nos preguntamos si no estaría celebrando su velatorio… los alemanes son bastante organizados, así que no sería tan raro.
Terminado el almuerzo retomamos la caminata hasta el departamento de Yoav, donde agarramos nuestras mochilas y nos
subimos a su auto rumbo a nuestro próximo destino: Praga.
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