Finalmente ayer llegamos a Berlín. Nuestra primera tarea fue conseguir la Berlin Welcome Card, un ticket que nos permite viajar durante 72 horas en todos los medios de transporte, y con descuentos en algunos lugares. Activamos los tickets y nos tomamos el S-9 hasta Alexanderplatz, el U-8 hasta Bernauer Straße y de ahí caminamos unos 200 metros hasta la casa de Jano y Valentina, dos chilenos amorosos que conocemos, y quienes nos ofrecieron hospedarnos durante nuestra estancia en Berlín.
Luego de una pasada por el baño y de un rato de charla con nuestros adorables anfitriones, salimos a recorrer un poco la ciudad. La casa de los chicos está a dos cuadras del Gedenkstätte Berliner Mauer (la casa de la memoria del Muro de Berlín). El lugar está lleno de fotografías, historias, videos y mucha pero mucha emoción. La terraza funciona como mirador de un recorte que aún queda del muro tal como era, con sus dos paredones pertenecientes a cada lado de la ciudad dividida y su "pasillo de la muerte", denominación tan cruel como real. Saliendo del lugar se puede acceder a un parque donde continúan los relatos de historias de la guerra fría en
Leandro López
15 chapters
16 Apr 2020
May 03, 2015
|
Berlín
Finalmente ayer llegamos a Berlín. Nuestra primera tarea fue conseguir la Berlin Welcome Card, un ticket que nos permite viajar durante 72 horas en todos los medios de transporte, y con descuentos en algunos lugares. Activamos los tickets y nos tomamos el S-9 hasta Alexanderplatz, el U-8 hasta Bernauer Straße y de ahí caminamos unos 200 metros hasta la casa de Jano y Valentina, dos chilenos amorosos que conocemos, y quienes nos ofrecieron hospedarnos durante nuestra estancia en Berlín.
Luego de una pasada por el baño y de un rato de charla con nuestros adorables anfitriones, salimos a recorrer un poco la ciudad. La casa de los chicos está a dos cuadras del Gedenkstätte Berliner Mauer (la casa de la memoria del Muro de Berlín). El lugar está lleno de fotografías, historias, videos y mucha pero mucha emoción. La terraza funciona como mirador de un recorte que aún queda del muro tal como era, con sus dos paredones pertenecientes a cada lado de la ciudad dividida y su "pasillo de la muerte", denominación tan cruel como real. Saliendo del lugar se puede acceder a un parque donde continúan los relatos de historias de la guerra fría en
la que esta ciudad funcionó de emblema. El recorrido es escalofriante y muy atrapante, la empatía te embarga las sensaciones. Durante el camino vas viendo cómo la ciudad se fue transformando luego de la caída del muro y casi sin darte cuenta llegás a una ciudad actual, donde sólo queda un mínimo rastro en el suelo de aquella división.
Fuimos a almorzar a Ost-West-Cafe, tomamos cerveza sin alcohol (si, no se asusten, estamos bien, sólo tenían de esa) y seguimos nuestro paseo. Nos tomamos el subte y tres estaciones después estábamos en Alexanderplatz, donde hay un centro comercial enorme, el reloj mundial y la Berliner Fernsehturm (torre de televisión), una cosa gigantemente alta en donde podés ver toda la ciudad y tiene un restaurante giratorio. No subimos, PAREN, no nos puteen, era domingo y estaba llenísimo de gente, pensamos volver cuando la gente esté trabajando y sólo haya turistas.
Seguimos caminando y llegamos a una catedral (tampoco entramos jaja), hicimos un poco del clásico turismo entrando a lugares con souvenirs y una adorable tienda en la que venden todas cosas con la forma o el logo de los muñequitos de los semáforos, también conocidos como Ampelmann. Terminamos el día saliendo a cenar con Jano y Valentina a un restaurant de comida española-marroquí.
El lunes ya arrancamos más descansados yendo a desayunar a Factory Girl, un simpático lugar donde dos cafés espresso grandes nos llenaron de energía, aunque yo los acompañé también con unos huevos semi-revueltos. Ahí comenzó nuestra caminata por los lugares que ayer nos quedaron en el tintero, comenzando por el Museo de la DDR (República Demócrata Alemana), es decir el regimen soviético. En varios momentos se nos puso la piel de gallina, en especial cuando visitando una réplica de un departamento del regimen, un cartel nos anunciaba que todo lo que hablásemos ahí dentro podría llegar a ser escuchado por otras personas en alguna parte del museo: experimentamos en piel propia la invasión de nuestra privacidad o al menos la paranoia de saber que lo podían hacer. Es un museo altamente recomendable para cualquiera que visite Berlín y quiera aprender más de la historia de esta ciudad. Una anécdota graciosa de este lugar: en una sala hay una réplica del escritorio de un oficial del regimen. En la mesa había un teléfono a disco y una niña de no más de 13 años sentada jugando a ser secretaria, con la particularidad de que cada vez que llamaba por teléfono presionaba los números como si fuera un teléfono con botones, dado que en ningún momento se le ocurrió que la rueda podía girar. Y no lo hizo solo una vez, lo hizo varias.
Salimos del museo y pasamos por la plaza frente a la Catedral y el
Museo de Historia, y de ahí tomamos la avenida Unter den Linden. Es tal vez una de las avenidas más céntricas y con notoria riqueza en cada una de sus ventanas. Sobre esta avenida se ven muchos edificios que nos parecieron gubernamentales, aunque no lo sabemos a ciencia cierta. Uno de los hitos que más nos llamó la atención y que más nos conmovió fue la Neue Wache, o Monumento conmemorativo de la República Federal de Alemania a las víctimas de la guerra y la tiranía. Es muy impactante, por fuera parece un museo más, pero adentro tiene solamente una estatua y algunas pocas flores, el resto es vacío y silencio.
Cruzamos la calle y visitamos Bebelplatz, plaza infame por ser donde los Nazis hicieron la quema de libros «prohibidos». Lamentablemente era muy difícil sacar una foto, pero en el centro de la plaza se encuentra una ventana de acrílico en el piso, donde se puede ver una habitación rodeada de bibliotecas, todas vacías. Una
de las tantas tragedias provocadas por el nazismo.
Le digo a Leandro que está escribiendo muy serio y me dice “soy serio”, después de un “BUE” así de grande, retomo yo.
No me parece casualidad que justo venga la parte de contar cuando fuimos a almorzar, ejem, ejem. Confieso que yo estaba un poco cansada y exageré el hambre para poder sentarme un rato. También es justo decir que el caballero con el “yo estoy llevando la cámara” le hizo cargar la mochilota pesada a esta humilde servidora.
Bueno, vuelvo a lo importante, comimos rico y para nada sano, como corresponde.
Ya la panza llena, seguimos andando. Fuimos al Gendarmenmarkt (obvio que ésto me lo dictó Leandro), una plaza donde está la ópera de Berlín rodeada por dos iglesias enormes, un lugar instagrameable por completo. Nunca dejamos de caminar. El recorrido continuó en el Checkpoint Charlie, lugar fronterizo entra las dos berlines. Hoy hay un réplica, con unos changos haciendo de guardias, y un Mc Donald’s al lado, posta.
Nos llaman para ir a cenar.
Continuará…
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